por Mariano Colombo *

DOS MODOS DE DISFRUTAR EL MANTO BLANCO

La nieve, el esquí y el choque entre cultura popular y cultura de élite.

El principal atractivo de San Carlos de Bariloche son sus centros de actividades invernales. Miles de turistas acuden cada invierno a practicar esquí o snowboard y barilochenses de sectores pudientes disfrutan cada temporada de modo recreativo o competitivo. Pero no muy lejos de allí, otros barilochenses, de los barrios más postergados, padecen la llegada de la nieve, los fríos, las heladas y la precariedad en la que habitan,  alejados de servicios esenciales como el gas natural, cloacas, pluviales y otros.

Sin embargo la nieve es igualitaria: acaso sea lo único que llega en igual cantidad a los barrios carenciados y los más acomodados. Ahí no hay distinción. Si nieva mucho en Catedral o en el Otto, seguramente nevará mucho en los populosos barrios del Sur como el Omega, 2 de Abril, Frutillar, Nahuel Hue y El Pilar o en los más acomodados como Reina Mora, Entre Cerros o Villa Jamaica, Los Coihues y más.

Pero las realidades son bien distintas.  Para ir al cerro Catedral y acceder a las pistas de esquí es necesario abonar un pase para subirse a los medios de elevación cuyo costo diario supera holgadamente el valor de dos pares de zapatillas de marca. Para practicar esquí o el snowboard será necesario el uso de tablas, fijaciones, botas, bastones, ropa adecuada, cascos, guantes y antiparras.

Se trata de una actividad tan elitista, que el propio gobierno rionegrino implementa hace más de veinte años el programa “Esquí Escolar”, que permite a los niños de los barrios populares acceder a los placeres privativos de una porción selecta de la población.  Es solo por un día y casi con seguridad esos pequeños no habían ido antes y no irán después de la experiencia al cerro Catedral.

Pero en los barrios cuando llega la nieve, no solo esperan las preocupaciones y trastornos con al anegamiento de calles y el frío, sino que grandes y chicos salen a jugar. Ahí no existen pases para residentes, ni las tablas ni las fijaciones ni las botas. No hay ropa adecuada, cascos o elementos de protección, estudio acelerado de aspectos físicos y tecnología de los materiales.

Se buscan elementos con los que elaborar un trineo. Los más afortunados habrán “rescatado” esquíes viejos desechados y un par de tablitas o un cajón para armar el mejor trineo. Otros, simplemente con maderas, plásticos o lo que sobra lo construirán. Pero si no hay ninguno de esos materiales, una bolsa de arpillera o de nylon o una cámara de auto será suficiente para fabricar un culipatin sobre el que apoyar la cola y deslizarse a toda velocidad pendiente abajo, en la trepada más elevada que disponga el barrio.

Y el choque cultural es tal, que si en plena nevada uno recorre barrios populares no encontrará personas esquiando o practicando snowboard, pero sí infinidad de niños y niñas deslizándose en sus trineos. Del mismo modo, si se recorren barrios acomodados, no se encontrará en las calles niños y niñas jugando en la nieve con trineos.

goma nieve

* Estudiante de PD – Materia: Culturas, deportes e IC