por María Irigaray *

LA DESPEDIDA DE "EL ÁRBOL"

Mi mamá insistía en que hacían la despedida del árbol. “Pero ma, ¿cómo la despedida de un árbol? ¿Lo van a talar?”, “No hija, pero desde la pandemia hacíamos gimnasia en el espacio del árbol… y ahora somos: las Legendarias Matineras”.

El solo hecho de despedir un árbol me resultó interesante, pero más aún cuando las palabras entusiastas de mamá me contaban lo que significaba ese espacio para ella y su grupo de jubiladas.

La historia empieza así. ¿Momento? Pandemia. En la etapa en que se permitían reuniones, pero con ciertas restricciones. ¿Lugar? La Bianca: barrio de la ciudad de Concordia, provincia de Entre Ríos. ¿Más preciso?: El árbol de una plaza. ¿Quiénes?: Un grupo de mujeres jubiladas. ¿Por qué? Porque querían hacer calistenia.

Para poder adentrarse en la trama, debo contar lo que representa La Bianca para quienes viven ahí. La Bianca, conocida como Ciudad Satélite, es un barrio Fonavi que lleva el nombre de una mujer. Dentro de sus estandartes principales se destacan el carnaval, con su querida comparsa Ráfaga y su equipo de fútbol Club Social y Deportivo La Bianca, ambos identificados con la bandera de Italia (esta fue la condición de venta del dueño original de ese predio, en honor a su tierra natal).

Su sentido de pertenencia se resume en un mural que adorna una de las intersecciones principales: “Un barrio loco bajo la piel”. Esta afirmación no solo es letra de canciones, banderas, remeras, sino que literalmente se inscribe en el cuerpo en tatuajes de innumerables formas y diseños. Es común escuchar “simpatizo con Boca, pero soy hincha de La Bianca”, ser tricolor está casi al mismo nivel que ser argentino.

Volvamos al evento, el adiós al árbol aquel martes 3 de septiembre. La clase de despedida de un lugar que acogió un encuentro comunitario de salud, amistad, deporte y que transformó a este grupo física y espiritualmente, no solo porque sus cuerpos cambiaron y se hicieron más fuertes sino porque fueron para el barrio un ejemplo de disciplina y constancia, que ponía en escena cada martes y jueves, de todas las estaciones del año, a las 7:30 de la mañana, bajo la mirada atenta de las y los balconeros que sacaban sus sillones y el mate para ver a sus vecinas desafiar cualquier clima para hacer honor al encuentro.

El acontecimiento consistió en una especie de clase magistral en que cada una de las participantes mostró sus avances con respecto al inicio de las clases. Así, por ejemplo, Eva, una jubilada de 70 años hizo una demostración de flexiones de brazos; mi mamá y su amiga Betty (que además juegan al Newcom) pudieron hacer gala de sus habilidades en sentadillas y abdominales. Siempre alentadas por un profesor que fue capaz de adaptar la metodología del deporte a las edades de las personas que mantuvieron la disciplina deportiva durante años y en contextos complicados.

“Es un evento muy especial, colmado de muchas emociones encontradas porque este espacio comunitario que se identifica con el árbol de una plaza de un barrio tan especial, fue para nosotras un lugar de contención durante el momento en que nuestras vidas de personas mayores estaban en peligro. Ese encuentro con nuestras cuerpas y con las miradas de los vecinos, el acompañamiento de quienes pasaban para ir a trabajar y bajaban del colectivo y las otras compañeras de clase, sirvió para superar las dificultades, incluso para superar el malestar de las vacunas, para compartir información y en todos los casos para mejorar el estado físico a través de un deporte que fue adaptado para nuestras capacidades. Dejar este lugar es un cierre en muchos sentidos, estamos cerrando cualquier vínculo (aunque sea remoto) de la pandemia para abrir uno nuevo y para transformarlo (hasta graciosamente) en Las Legendarias Matineras, las bichos raros que se veían a las 7 de la mañana entre la neblina”, dice  Carina Bradanini (Mamá).

La despedida pasó. Pero el árbol y los balcones siguen ahí. Y Las Matineras. Solo cambió el lugar. Y entonces el cierre es todo un símbolo. Es que el profesor, también tricolor “desde la cuna al cajón”, abrió un gimnasio y el grupo cambió de lugar, pero no de actividad. En el nuevo espacio deportivo, estas mujeres llevan una remera distintiva que reza: “Legendarias Matineras”, y además el logotipo del gym que tiene un árbol. El Árbol.

* Estudiante de PD – Materia: Comunicación y desarrollo comunitario